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Cuando me convertí en padre por primera vez, me sentí abrumado por la inmensa responsabilidad de dar forma a una vida joven. A medida que mis hijos crecieron, también creció mi deseo de ser un mejor padre. Leí libros, escuché podcasts, busqué consejos de padres más experimentados y absorbí toda la información que pude para ayudarme a tener éxito, cosas que sigo haciendo mientras continúo mi trayectoria como padre. En todo esto, uno de los principios más impactantes que encontré, que transformó por completo mi enfoque de crianza, fue la mentalidad de crecimiento.

Tener una mentalidad de crecimiento—es un término acuñado por la psicóloga Carol Dweck—se refiere a la creencia de que las habilidades y la inteligencia se pueden desarrollar a través de la dedicación y el trabajo duro, y apreciando las decepciones como oportunidades de aprendizaje. Este concepto revolucionó mi perspectiva sobre la crianza de los hijos y me ayudó a ser un mejor padre. Así es como se ve eso en tres áreas importantes:

Dando Elogios

Ser un mejor padre no se trata de proteger a mi hijo del fracaso, sino de equiparlo con las herramientas para superarlo.

Uno de los primeros cambios que hice fue en la forma de validar a mis hijos. Anteriormente, me encontraba diciendo cosas como “¡Eres tan inteligente!” cada vez que uno de mis hijos lograba algo notable. Si bien estas palabras tenían buenas intenciones, me di cuenta de que enfatizaban el talento innato sobre el esfuerzo, sugiriendo que mis hijos tuvieron éxito porque tenían un don, no porque hubieran trabajado duro

Este tipo de elogios fue problemático porque les quitó a mis hijos la capacidad de influir en su propio éxito. Si usted nació con un don especial para tener un buen desempeño en la escuela, ¡bien por usted! ¿Pero si no lo es? La mentalidad de crecimiento enseña que no se tiene mala suerte. Independientemente de si es intrínsecamente bueno en algo o no, puede mejorar sus habilidades mediante el esfuerzo y la práctica diligentes. 

Al cambiar mi lenguaje para centrarme en el trabajo duro y las estrategias, estoy ayudando a fomentar una mentalidad de crecimiento en mis hijos. Ahora digo: “¡Trabajaste muy duro en esto y se nota!”. Esto no solo motiva a mis hijos a seguir intentándolo, sino que también los empodera enseñándoles que el esfuerzo es la clave para la mejora y el éxito.

Respondiendo a las Luchas

Adoptar una mentalidad de crecimiento también cambió mi forma de responder a las luchas de mis hijos. En lugar de expresar decepción o irritación cuando no cumplen con las expectativas, veo estos momentos como oportunidades de crecimiento y conexión. Cuando mi hijo se enoja porque no puede dibujar un tren “bien” o cuando mi hija tiene dificultades para terminar un rompecabezas por sí sola, no me concentro sólo en los resultados. En cambio, reconozco su frustración, destaco sus esfuerzos, y los animo a seguir intentándolo. 

“¡Es muy frustrante no poder encontrar la pieza correcta del rompecabezas! Has estado trabajando muy duro y has juntado muchas de las piezas hasta ahora. Respiremos profundamente juntos e intentemos de nuevo. Apuesto a que encontrarás la pieza adecuada si sigues buscando”.

Este enfoque ha tenido un profundo impacto en mi relación con mis hijos. Se han sentido más apoyados y menos temerosos de cometer errores. Han comenzado a ver los desafíos como oportunidades de aprender en lugar de obstáculos insuperables. Este cambio de mentalidad no solo ha ayudado a mis hijos a ser más resilientes, sino que también ha profundizado nuestra conexión . Me hizo darme cuenta de que ser un mejor padre no se trata de proteger a mis hijos del fracaso, sino de equiparlos con las herramientas para superarlo.

Proporcionando un Modelo

Otro aspecto de la mentalidad de crecimiento que me ha ayudado a ser un mejor padre es la idea de ser modelo. Los niños suelen imitar las actitudes y comportamientos de sus padres. Al reconocer esto, hago un esfuerzo consciente para demostrar una mentalidad de crecimiento en mi propia vida. Ya sea que esté abordando un proyecto difícil en el trabajo o aprendiendo una nueva habilidad, trabajo para compartir abiertamente mis experiencias con mis hijos. Digo cosas como, “Esto es difícil, pero voy a seguir trabajando en ello,” o “Cometí un error, pero estoy aprendiendo de ello.” Al mostrarles a mis hijos que yo también enfrento desafíos y persisto en ellos, refuerzo los valores de perseverancia y resiliencia.

Además, la mentalidad de crecimiento me ha animado a crear un ambiente hogareño que celebre el aprendizaje y la curiosidad. Mis hijos saben que en nuestro hogar está bien hacer preguntas, está bien cometer errores, está bien probar cosas nuevas, está bien sentirse incómodo, y está bien explorar. Trabajar para desarrollar y practicar estas creencias como familia nos ha ayudado a fomentar el amor por el aprendizaje y les ha mostrado a mis hijos que la educación es un viaje que dura toda la vida. Experimentar cada una de estas cosas junto a mis hijos me ha ayudado a ser un mejor padre al fortalecer nuestra conexión y fomentar una cultura de crecimiento y apoyo mutuo.

Incorporar la mentalidad de crecimiento en mi crianza también me ha ayudado a gestionar mis propias expectativas y emociones. La crianza de los hijos es un proceso de aprendizaje continuo, lleno de éxitos y reveses. Adoptar una mentalidad de crecimiento me permite ser más paciente y compasivo conmigo mismo. Reconozco que al igual que mis hijos, yo también soy capaz de crecer y mejorar. Esta autocompasión ha sido crucial en mi camino para ser un mejor padre.

Conclusión

Aprender sobre la mentalidad de crecimiento ha impactado profundamente mi capacidad de ser un mejor padre. Ha cambiado la forma en que elogio, apoyo e interactúo con mis hijos. Al centrarme en el esfuerzo, la resiliencia y el aprendizaje continuo, ayudo a fomentar un ambiente positivo y de apoyo que fomenta el crecimiento tanto para mis hijos como para mí. Como padres, todos nos esforzamos por ser mejores y adoptar la mentalidad de crecimiento es una herramienta poderosa para ayudarnos a lograr ese objetivo.

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